Zamora es una ciudad pequeña pero no por ello le faltan rincones que deben ser conocidos, visitados y disfrutados a partes iguales. La ruta que vamos a proponer puede realizarse en un solo día aunque siempre recomendamos parar y ver las cosas con calma. Zamora es una ciudad ideal para poder saborearla y pasearla.

Comenzaremos la ruta desde la plaza de la Marina en el centro de la ciudad y nos desplazaremos hacia la calle peatonal de Santa Clara, una calle amplia donde se encuentra la zona de tiendas y que conecta el centro de la ciudad con el centro histórico de la misma. Ahí encontramos la primera de las muchas iglesias que hay en Zamora, porque en la ciudad se halla el mayor número de concentración de iglesias y edificios mejor conservados de estilo Románico de toda Europa y eso se tiene que notar, por algo se la llama ‘La ciudad del Románico’.

Se trata de la Iglesia de Santiago del Burgo, en la plaza de la Constitución. Es bastante pequeña y se puede acceder a ella gratuitamente. Es recomendable entrar en ella y así ver de primera mano el arte Románico que emana la ciudad. A la mayoría de las iglesias se puede entrar gratuitamente.

Entramos en la plaza Mayor encontrándonos el ayuntamiento. Pero sobre todo nos sorprenderá encontrarnos una iglesia en mitad de la plaza Mayor.

Saliendo de la plaza se encuentra una de las calles más típicas de Zamora, la calle Balborraz. Es una cuesta bastante empinada con unos edificios muy característicos y coloridos donde hay tiendas artesanales y bares. Desde el siglo X fue una calle de artesanos.

Detrás de la iglesia de San Juan (situada en la plaza Mayor) y bajando por la calle la Reina, llegamos a la Puerta y Palacio de Doña Urraca. Volviendo a la plaza Mayor continuamos el camino por la calle Ramos Carrión, y ésta nos llevará al destino final que es la catedral y el castillo.

La catedral de Zamora, junto al castillo, domina la ciudad desde el punto más alto de la misma. Allí fue donde la consagró, en 1174, el monarca Alfonso VII de León. La de Zamora es una de las catedrales más pequeñas y antiguas de Castilla y León. Declarada Monumento Nacional a finales del siglo XIX, está inscrita dentro del legado arquitectónico agrupado bajo el nombre de Románico del Duero. Sin embargo, no es el románico el único estilo presente en ella. Una de las señales de identidad de la catedral es su gran cimborrio, de influencia bizantina. Posee 16 ventanas con vidrieras y, junto a la Puerta del Obispo, son las joyas mejor conservadas de la catedral.

La planta es de cruz latina con tres naves, pero sus ábsides originales se sustituyeron en el siglo XV por los actuales, de estilo gótico. La gran torre del Salvador, construida en el siglo XIII con cierta función defensiva, tiene 45 metros de altura y es románica.

Por otra parte, los tapices flamencos del museo catedralicio y el coro del siglo XVI rivalizan en belleza y tampoco te los puedes perder.

 

De visita obligada

De pinchos y tapas

En Zamora se come bien, es un hecho constatado y además se tapea y mucho. Para ello cuenta con unos estupendos bares y restaurantes que hacen que nadie se quede con hambre. Así que es una recomendación no marcharse de la ciudad sin haber ido de pinchos, por lo que no debe uno perderse ni el bar ‘El lobo’ para tomar su tradicional pincho moruno, ni el bar ‘El caballero’ y probar sus patatas bravas, para chuparse los dedos.

La calle Herreros (una de las calles que sale de la plaza Mayor) es la calle de la fiesta por excelencia en Zamora, pero en los últimos años también se ha convertido en la calle de tapas, así que también podéis acercaros y hacer una parada en algunos de sus bares. Si os apetece más cenar o comer y no solo ir de tapas, por la zona de Tres cruces están La flaca, Rasi, Buda (éste es un poco más caro) o La Parra. Si nos encontramos en la zona de la catedral y el castillo, podemos probar en el Trascastillo.

Y si visitamos la ciudad en invierno es obligatorio entrar en el bar Malu, en la plaza del Mercado, donde nos servirán el mejor chocolate con nata y churros del mundo y seguro que entramos rápidamente en calor.