Declaro abiertamente mi amor a Toledo. Vine al mundo en la Antequeruela, en la parroquia de Santiago el Mayor, “catedral del mudéjar”, muy cerca de la casa en la que nació uno de mis artistas admirados: Alberto Sánchez, “panadero de Toledo y escultor de España”, Aquí he desarrollado mi vida familiar, educativa y profesional, aunque con algunos años de residencia en dos pueblos toledanos: Nambroca y Villamiel. Cuando tuve ofertas para ir a trabajar a otras ciudades, las rechacé, porque amo Toledo, vivo en esta ciudad y deseo contribuir a su desarrollo.
Realizada esta declaración, reconozco que siempre he sido un poco heterodoxo y crítico. Cristiano, milito en la esperanza, pero ello no me impide hacer cuando lo creo preciso una denuncia profética de las realidades que no me gustan. Pero mis análisis y opiniones se basan en el respeto. Jamás milité en un partido político, porque no encuentro la horma que se ajuste a mis zapatos. Siempre me he sentido un hombre libre, incluso en tiempos en los que ocupé puestos de cierta responsabilidad. He intentado construir el sueño de un derecho universal para todos los españoles de acceder a servicios bibliotecarios, porque son centros esenciales para la sociedad. Y generalmente he puesto el acento en las políticas culturales, que me parece deben ser una prioridad de los gobiernos, no tanto desde una óptica de cultura de escaparate (contemplar la cultura) como desde la creación de cultura (la realizada por los ciudadanos en su entorno). Con artículos de opinión y otras intervenciones públicas intenté siempre aportar mi punto de vista, porque creo que no es bueno retirarse a los “cuarteles de invierno” sin intentar participar en el debate colectivo.
Respeto y valoro a las personas que llegan a la política como un servicio, y no entiendo que la política se convierta en profesión: cuando el puesto público se convierte en actividad durante décadas se corre el riesgo de la rutina y hasta de la corrupción. La regeneración democrática que precisa nuestra sociedad pasa por la incorporación de nuevas personas dispuestas a servir a su ciudad, su región o nuestro país.
Manifestar ideas desde la libertad y la independencia política no significa, al menos en mi caso, menosprecio a quienes desempeñan cargos públicos sino deseos de contribuir desde mis ideas y participar como ciudadano en la vida pública, que me parece no sólo una necesidad sino una exigencia de la verdadera cultura democrática. Depositar en las urnas una papeleta cada cuatro años no puede ser un voto en blanco para los gobernantes, que tienen que rendir cuentas cada día. Quienes no escuchan a los ciudadanos no pueden gobernar. Lógicamente han de potenciarse instrumentos de participación en los que no deben faltar expertos, entidades y asociaciones socioculturales, Universidad, sectores productivos…
Apuesto por un Pacto por Toledo para diseñar la hoja de ruta de esta ciudad sin partidismos y sin las prisas de una legislatura. Al hacerlo descubrí que también enunciaron esta idea el actual presidente del Gobierno regional, Emiliano García Page, y la alcaldesa, Milagros Tolón. Presiento que olvidaron pronto aquella promesa y sus palabras fueron fuego artificial preelectoral. No hay nada que me moleste más en un político que la mentira y las falsas promesas. Si algo no puede hacerse hay que explicarlo con claridad.
Toledo ha crecido sin un modelo, apresado por intereses económicos e inmobiliarios. Y se ha producido una ciudad difícil de dotar de servicios públicos e infraestructuras. Esa realidad es difícil de corregir. Hay que plantear la totalidad de los barrios, el conjunto de la ciudad. Pero no podemos seguir cayendo en nuevos errores. La fuente de riqueza y de atractivo es sin duda el casco histórico, y aquí hay que ser especialmente cuidadosos. Toledo aparece repleta de turistas y vacía de residentes. Los 10.400 habitantes que el padrón asigna a Toledo en enero de 2017 están lejos de los 11.488 de 2008, descenso sin contar la inflación del padrón que se produce por distintos motivos. Toledo necesita con carácter urgente un plan para repoblar el casco y dotarle de vida cotidiana. Animar a los ciudadanos a que residan en el casco debe ir unido a medidas de apoyo.