El 14 de febrero ya está marcado en el calendario como una fecha que comparte rango con otras del prestigio del 15 de agosto, 24 de diciembre, 31 de diciembre, 1 de mayo o Jueves y Viernes Santo. Y no precisamente porque muchas de ellas sean iconos religiosos o sociales (¿en qué ha quedado el Uno de mayo?) sino porque alrededor de las mismas se ha montado un vertiginoso maremágnum económico en el que lo de menos es lo que hay que celebrar, sino cómo se celebra.

Una caja de bombones siempre puede sacarnos de un grave apuro.

Como vivimos en el siglo que vivimos, porque no nos queda más remedio, nos hemos dado una vuelta por Internet limitándonos a escribir en Google las dos palabras mágicas: “San Valentín”. Como ustedes pueden comprender ha salido de todo. Eso sí, en cuanto visitas más de tres páginas, ya no te enteras de nada, porque hay tal “cacao” sobre antecedentes, consecuentes, historias, motivaciones e interpretaciones, que al final se llega a la conclusión de que San Valentín es como si fuese tu cumpleaños o el de tu pareja y que, venga de donde venga la historia, más te vale tener el regalo a punto.

Dentro de las numerosas páginas y referencias que hemos encontrado sobre el santo, podemos recomendar, como la más coherente y ordenada, la publicada por Alfred López en blogs20minutos.es, que titula “¿Sabías que el Día de San Valentín fue un invento de la Iglesia para acabar con una antigua fiesta pagana?” No es que nosotros afirmemos que lo que ahí se dice sea verdad, ni esté perfectamente documentado pero, si tenemos en cuenta lo que en Internet se publica, nos parece bastante fiable para hacerse una idea de porqué se celebra esta fiesta y de su evolución a lo largo del tiempo.

Para quienes no deseen meterse en Google y prefieran que seamos nosotros quienes se lo expliquemos (que para eso han cogido esta revista, para estar bien informados y no tenerse que meter en camisas de once varas), les haremos un breve resumen del origen de esta fiesta y de algunas puntualizaciones sobre la misma.

La fiesta de San Valentín fue declarada por primera vez alrededor del año 498 por el papa Gelasio I, y de entre tres posibles valentines, todos mártires, es muy probable que fuese en honor a un médico romano que se hizo sacerdote y que casaba a los soldados, a pesar de que ello estaba prohibido por el emperador Claudio «El Gótico», ya que éste consideraba incompatible el matrimonio con la carrera de las armas. Por este motivo el emperador ordenó decapitarlo en el año 270. A partir de ese momento fueron surgiendo numerosas leyendas, las cuales probablemente se inventaron durante la Edad Media en Francia e Inglaterra.

Fue ya en el siglo XIV cuando los aristócratas ingleses iniciaron la costumbre, como diversión, de constituir una pareja al azar durante un día al año. Así se juntaba a dos jóvenes los cuales tenían la obligación de convivir durante esa jornada haciéndose “la corte” el uno al otro, ofreciéndose, el Valentino y la Valentina, pequeños regalos y atenciones. Esta diversión llegó a Francia donde se enriqueció con el envío, durante ese día, de poemas entre diversas personas. Y así, poco a poco, esta tradición se transformó en una celebración que, pasando de unas clases sociales a otras, terminó siendo la fiesta de los enamorados, conservando sobre todo la costumbre del envío, ese día, de poemas impresos. Naturalmente la costumbre llegó a América de forma que a principios del siglo XIX, el envío de tarjetas con poemas de amor era algo muy común entre las clases burguesas de las ciudades. Y aquí, mejor dicho allí, en Estados Unidos, es donde de pronto se encendió la luz mercantilista de la mano de la norteamericana Esther A. Howland que montó un auténtico negocio con la venta de tarjetas regalo con motivos románticos y dibujos de enamorados, proyecto que ideó y realizó a mediados de la década de 1840, vendiéndolas por unos centavos en la librería que regentaba su padre en Worcester (Massachusetts) y las cuales se convirtieron en todo un éxito. La gran novedad de estas tarjetas es que empezaron a producirse a nivel industrial e invadieron todo el país llegando a popularizarse en el resto del mundo. Tanto éxito tuvo esta iniciativa que hoy el Día de San Valentín es una de las festividades que más dinero, actividades y regalos mueve en los Estados Unidos de América, o sea, USA. También diseñó un catálogo para que los clientes pudiesen elegir entre más de 130 frases distintas. Estas tarjetas adoptaron el nombre de “valentines” y actualmente, según ‘The Greeting Card Association’, se envían mil millones de ellas cada año.

Una de las consecuencias de esta “democratización” de San Valentín es que la fiesta se instaló en todo el mundo, empezando a incluir el intercambio de regalos de toda clase y condición para toda persona, también, de cualquier clase y condición. Así, hoy, se regala desde una rosa hasta un crucero por el Caribe, o desde una sortija a una cena romántica, pasando por el consabido ramo de flores, la caja roja de bombones, o un fin de semana en un hotel lleno de spas y salas de masaje.

En España esta fiesta se empezó a celebrar a mediados del siglo XX, una vez que la dura postguerra iniciaba su declive, como consecuencia de las modas norteamericanas que, poco a poco, empezaban a calar, gracias al cine, en una sociedad que todavía estaba para hacer pocos gastos. Fue una auténtica operación comercial con el motivo de incentivar la compra de regalos (de la que posiblemente no fueran ajenos los grandes almacenes como Galerías Preciados de Madrid) que tuvo su apoyo con sendas películas: “El día de los enamorados”, en 1959, y “Vuelve San Valentín”, en 1962, dos obras que tenían sus antecedentes en películas del mismo corte como “Las chicas de la Cruz Roja” o “Las Muchachas de Azul”, esta sí promoción directa de las mencionadas Galerías Preciados, hoy desaparecidas al ser compradas, tras pasar por las manos de Ruiz Mateos, por El Corte Inglés.

Una de las famosas tarjetas de la norteamericana Esther A. Howland.

Con la llegada a España del turismo, las remesas de dinero de los emigrantes (durante más de una década los españoles estuvimos marchándonos a Francia, Suiza, Holanda y Alemania con la misma idea y necesidades que ahora muestran los que llegan en pateras a nuestras costas), los planes de desarrollo de don Laureano López Rodó y la llegada de la televisión, nuestra patria dejó de ser un país tercermundista para convertirse en la “décima potencia económica”, de forma que se convirtió en campo abonado para el asentamiento definitivo del día de San Valentín como fiesta del regalo (eso sí, siempre ha sido festivo pero día laborable, no lo olvidemos, aunque todo se andará) sin que hasta el momento, crisis incluida, haya dado señales de debilidad.

Por cierto, San Valentín ya no es la fiesta de las parejas, es la de la amistad y el amor a todo bicho viviente, así que no hay disculpa para no gastarte un puñado de euros para celebrarlo con el que se tenga más cerca. O enviárselo vía Amazón o Seur si vive lejos. Sea pareja, trío o escalera de color. Así queda patente en los miles de tarjetas-mensaje que se pueden ver en “la red” (en Internet, queremos decir, no en la vida misma que, más que red, sería maraña).

Así que, si entran en Internet y ponen en Google “San Valentín”, no se asusten si les recomiendan los diez mejores regalos para ese día, los diez mejores viajes para celebrarlo, las diez ideas brillantes para hacer feliz a tu pareja, las diez mejores películas para disfrutar este día único con quien más quieres, ese regalo que tu pareja (o la persona amada) espera en fecha tan señalada o el mejor poema para que tu pareja se derrita como un helado de chocolate con pistachos.

Lo dicho, ¡Feliz San Valentín!

Texto y fotos: Ayer&hoy