– No se preocupe, señorita,
es cuestión de protocolo.
– Ni siquiera sé qué es lo
que significa protocolo.
– Yo, tampoco.
(El tercer hombre. Orson Wells)
Este diálogo entre un oficial ruso y su detenida de la película ‘El tercer hombre’ puede que sea un diálogo demasiado repetido por todos, vamos a aclarar un poco qué es esto del Protocolo.
Allá por el mes de agosto les contaba que las buenas maneras, la educación y en general el llamado “protocolo social” es el aire de los neumáticos de nuestras vidas que no se ve, pero hace infinitamente más cómodo nuestro viaje y, que en otro momento, les hablaría del protocolo en mayúsculas, del protocolo OFICIAL.
Dice la Real Academia Española que protocolo es la regla ceremonial diplomática o platina establecida por decreto o por costumbre. Son tantos los que han intentado definirlo y tantas las definiciones que sería difícil dar una sola. El protocolo cambia con los tiempos, adaptándose a la sociedad y evolucionando con ella y más en estos momentos de la historia que nos toca protagonizar, en la que los cambios son más rápidos que la capacidad que tenemos de adaptarnos a ellos.
Quizás solo existe una palabra que pueda resumir todas las definiciones de protocolo: orden.
Les voy a describir una situación en la que en algún momento nos hemos encontrado. Esa cena de amigos, de compañeros de trabajo e incluso de familia al entrar al restaurante cuando el camarero nos señala nuestra mesa. Las sillas vacías nos miran y las miramos de una forma entre incómoda, buscando el mejor sitio, y pícara, intentando no coincidir con este o aquel, calculando de una forma rápida donde sentarnos. Cuando ya nos hemos armado de valor y decidido, nos apresuramos a colocar nuestro abrigo en una silla, es más, “reservamos” con un bolso o cualquier otra cosa una silla para nuestra amiga, marido o hermana. La situación se agrava y es más incómoda cuando otra mano coloca lo mismo y en la misma silla.
– No, no importa, ponlo tú y sí, sí importa, claro que importa. Yo quería ese sitio.
¿Se imaginan ustedes una Cumbre Internacional de Jefes de Estado o en la misma toma de posesión de Trump, ahora que lo tenemos tan reciente, donde al llegar no supieran en qué lugar deben colocarse o quien habla el primero o el último? El orden que impone el Protocolo es una necesidad que se opone al caos que surgiría si nadie supiera qué hacer.
Pues de todo ello se ocupa el Protocolo y no lo hace de forma caprichosa porque me cae mejor este u otro, o porque es más fotogénico o es de mi partido político. Lo hace atendiendo a conceptos como presidencia, precedencia o derecha protocolaria y a criterios asentados en la historia, en las costumbres y en la ley. Sí, en la ley, en España la regulación protocolaria llega en 1983 con el Real Decreto de precedencias (RD 2099/83) de 4 de agosto. En él se especifica claramente cómo se ubicarán las personalidades en los actos dependiendo de la naturaleza de los mismos.
Pero no solo se ubican las personas, también se ubican, atendiendo a estos criterios, a las instituciones, los símbolos, las banderas, los himnos o las intervenciones, buscando aquello que dice nuestro refranero: Cada cosa en su sitio y cada sitio con su cosa.
El protocolo del siglo XXI ya no está basado únicamente en jerarquías marcadas. Hoy en día busca romper barreras entre los de arriba y los de abajo, entre el anfitrión y sus invitados o entre el alcalde y sus conciudadanos. Busca el acercamiento, destacar más a las personas que al entorno, haciendo uso de ceremonias cada vez más sencillas y sobrias.
En resumen, el Protocolo nos facilita la vida, evita conflictos, porque cuando llegamos a un acto sabemos qué tenemos que hacer, dónde nos tenemos que poner…, y ¿cómo lo sabemos? pues simple con un pequeño cartel con nuestro nombre, pero ojo cuidado que no nos pase lo que a la señora de la foto…
Espero que después de estas líneas conozcan algo más de este arte del protocolo, del trabajo que hay detrás de él para que todo transcurra lo mejor posible para que cualquier acto se convierta en una herramienta de comunicación de la institución que lo organiza y para ello todo deberá fluir como el mecanismo de un reloj de precisión, sin altos ni bajos, sin estridencias y de una manera sosegada y tranquila.