José Abellán Huerta /
Cardiólogo

Hoy en día muy pocos dudan sobre la im­portancia que tiene la realización de ejer­cicio físico regular para la salud. Sin embargo, lo que casi nadie aún sabe (médi­cos y profesionales de la salud incluidos), es que, en realidad, el ejercicio físico es el principal determi­nante de la salud cardio­vascular y global.

Uno de los –inoportu­nos–­ logros que han acom­pañado al mundo occiden­tal desde la segunda mitad del siglo XX hasta ahora, ha sido la “normalización” de la enfermedad. Muy po­cos pueden acordarse, pero hasta 1940, el infarto car­diaco no existía. La diabe­tes, algo poco común. La obesidad, un lujo. Apenas 30 o 40 años después, tener la tensión alta, el “azúcar” elevado, algo de –o mu­cha– barriga es lo habitual. A todos nos duele la espalda, nos molestan las arti­culaciones. Morir de enfermedad de corazón se ha convertido en la primera causa en nuestro país. Lo extraordinario, y por eso nos llama la atención, es estar sano y hacer mucho deporte. Y las pre­visiones no son esperanzadoras. La OMS calcula que para el año 2030, con­taremos con 366 millones de diabéticos y 1.500 millones de fumadores.

Como especie, dominamos el mundo. Lo modificamos y adaptamos para no­sotros. Sin embargo, si estamos en la cúspide y somos la expresión más avan­zada de la evolución, ¿por qué estamos tan enfermos? Simplificando al má­ximo, podríamos decir que la enferme­dad nace del desequilibrio entre lo que nuestros genes necesitan y lo que les damos.

¿Y qué esperan nuestros genes de no­sotros? Pues entre otras cosas, que consumamos alimentos naturales y que nos movamos. La razón es simple: durante toda nuestra existencia en este planeta y hasta hace muy poco tiempo, nuestro combusti­ble ha sido lo que da la tie­rra, y nuestra mejor herra­mienta para conseguirlo, la actividad física. Y hay un actor principal en esto: el músculo.

Cada vez tenemos más evidencia al respecto. El músculo no es solo el en­cargado de mover nuestras articulaciones, también las refuerza, nos protege de dolores, golpes y caídas. Ade­más, hoy sabemos que el músculo es un órgano en­docrino indispensable para el equilibrio metabólico del organismo. Y si no lo usa­mos, se atrofia. ¿Cree que por estar delgado está sano?

Pues depende, porque tan malo es tener mucha grasa, como poco músculo. La buena noticia es esta: el ejercicio físico, en todas sus variantes, potencia la hi­pertrofia y la calidad muscular.

Dentro de las carencias que nuestro sistema sanitario y educativo presentan, probablemente la más flagrante sea el no reconocer y no dar al ejercicio físico y a la buena alimentación la relevancia que tiene. Esto tiene que cambiar. Por la salud de todos, la de usted, la de sus padres, la de sus hijos. ¿Quiere estar sano? ¿Quiere cumplir años con cali­dad? Consuma alimentos naturales, de los que da la tierra, esos que no tienen etiqueta ni envase. Y Muévase. Trote, corra, pasee, nade, monte en bicicleta, haga pesas. Haga algo, lo que sea, pero haga algo. Cuanto más, mejor. Nunca es tarde. Téngalo claro, no dejamos de movernos porque envejecemos, enve­jecemos porque dejamos de movernos.