E l Principado de Andorra es un país pequeño en cuanto a extensión, pero es sorprendente la cantidad de patrimonio artístico y cultural, así como la gran cantidad de hermosos paisajes y pueblos con encanto que ofrece. Lo recomendable para descubrir este destino es realizar un viaje de entre cuatro y siete días, ya que cuenta con un gran número de lugares interesantes.

Desde el punto de vista del arte, el románico está muy presente en Andorra, ya que cuenta con unos 40 santuarios e iglesias de este estilo arquitectónico, entre las cuales destaca el Santuario de Meritxell, dedicado a la patrona de Andorra, que fue reconstruido en 1972 bajo la dirección de Ricardo Bofill, tras ser destruido por un incendio.

Pero además las mejores muestras son la iglesia de Sant Joan de Caselles, el conjunto histórico de Sant Romà de les Bons, y las iglesias de San Martí de la Cortinada, Sant Climent de Pal, Santa Coloma, Sant Cerni de Nagol y Sant Miquel d’Engolasters.

Andorra también cuenta con un buen número de museos y salas de exposiciones, como el Museo nacional del Automóvil, el Museo de la Moto, el Museo del Arte Sacro, Museo de las Miniaturas Nicolai Siadristy y el Museo Etnográfico Casa Cristo. El centro termolúdico de Caldea es el mayor spa y centro de bienestar de los Pirineos. Es un lugar perfecto para recargar pilas y liberarse del estrés, pero también destaca por su hermosa arquitectura.

Por otra parte, y para los amantes de la naturaleza, Andorra alberga un gran número de parques naturales donde poder realizar numerosas actividades durante todo el año tales como vías ferratas, rutas ecoturísticas, pesca deportiva, escalada o rutas BTT (en bicicleta).

Las vías ferratas han ido adquiriendo adeptos año tras año hasta consolidarse como uno de los reclamos para visitar el país. Para realizarlas no es preciso ser un montañero experto, tan solo es necesario tener un poco de destreza y ganas de descubrir parajes inolvidables.

Pero además para estos primeros meses del año el Principado de Andorra alberga numerosas pistas de esquí repartidas por diferentes estaciones. Entre ellas podemos nombrar las de Vallnord (Arcalís, en Ordino, Arinsal, y Pal); y GrandValira (en Pas de La Casa, Grau Roig, Soldeu, El Tarter, Canillo y Encamp); pero también cabe destacar el campo de nieve de La Rabassa de Naturlandia (en Sant Julià de Lòria.). El Principado también cuenta con otras pistas de esquí repartidas por todo el país, tales como las del Palau de Gel d’Andorra, en Canillo; o las de la Escuela de Esquí Parador Canaro, en Vall D’Incles. Finalmente cuenta con un gran ambiente nocturno con una oferta muy diversificada y extendida a lo largo y ancho de toda la geografía del principado. Los pubs y bares tradicionales se han convertido en un buen refugio para personas treintañeras de natural apacible; mientras que los jóvenes más animados suelen concentrarse en determinados complejos nocturnos, especialmente en los alrededores de la capital.

Cocina de montaña

La cocina tradicional andorrana siempre ha estado ligada a su condición de país pirenaico. Sus especialidades y tradiciones son similares a las comarcas catalanas y acordes a su vocación ganadera. Allí encontraremos una gran cantidad de restaurantes en donde podremos degustar deliciosos platos tradicionales, elaborados con productos autóctonos de gran calidad, combinados con los sabores de la cocina moderna.

El Principado alberga diversos encuentros culinarios de notable importancia a lo largo de todo el año, que sirven para mantener viva la rica gastronomía del país. La Escudellada de Sant Antoni y Sant Sebastià (en el mes de enero); la Butifarrada y la Sardinada de Carnaval, las jornadas de cocina de invierno de Lo Mandongo y la Ruta de la Tapa (en el mes de febrero); el Riveu l’Aperitiu (durante todos los domingos de primavera en Sant Julià de Lòria); el ciclo gastronómico de Sabors del Món (durante julio y agosto), la muestra gastronómica de Andorra (durante el mes de septiembre en Ordino); y La Massana Fogons (en el mes de octubre), son algunos de los ejemplos más significativos. Los platos más típicos son propios de una gastronomía de zona de alta montaña, entre los que destacan elementos como las setas, las truchas de río, la carne a la brasa, el allioli y los embutidos. Algunas de las especialidades más típicas son el trinxat de montaña, compuesto de patatas, col verde, tocino y ajos, y la Escudella, un cocido típico de la cocina catalana.