Francisco Javier Morales Hervás / Doctor en Historia.

La mitad occidental del Imperio Romano estaba atravesando por unos momentos muy convulsos. El emperador Honorio había sucedido a su padre Teodosio, pero en ningún momento pudo mostrar la capacidad y determinación de su progenitor. Esta debilidad fue aprovechada por diversas tribus germánicas que penetraron en el imperio, llegando hasta Hispania, territorio que, además, estaba inmerso en complejas disputas, pues dos personajes, Constantino III y Máximo, pretendían usurpar el trono imperial.

Máximo se había proclamado emperador en el año 409, tomando Hispania como base de su poder. Consciente de la debilidad de su posición, procuraba mantener una cierta movilidad por el territorio hispánico y en uno de esos desplazamientos decidió descansar durante unos días en una villa situada a unas 7 leguas al norte de Toletum. Se trataba de una rica propiedad rústica dedicada a la actividad agropecuaria, aunque era evidente que en esos momentos no estaba atravesando por su época de mayor prosperidad, posiblemente por la inestabilidad que agitaba a toda la Península Ibérica. Aunque se podía apreciar que había diversas dependencias cuyo origen se podía remontar a siglos atrás, era evidente que su fase de mayor esplendor era bastante reciente, como le confirmaron algunos sirvientes de cierta edad que se encargaban de mantener los procesos productivos, especialmente en torno al vino y el aceite.

Uno de los mosaicos más famosos del parque arqueológico.

El encargado de la gestión de la villa se llamaba Claudio y contó a Máximo que hacía unos 25 años había entrado al servicio de Materno Cinegio y de su esposa Acantia, quienes habían mandado construir algunos de los edificios más destacados del conjunto monumental. Materno estaba vinculado a la familia imperial, de hecho, con el emperador Teodosio ocupó algunos puestos de notable responsabilidad, lo cual se ponía de relieve en la calidad y variedad de los materiales empleados en algunas de las construcciones como el edificio palacial en el que se habían empleado 39 tipos de mármoles de diversas procedencias: Turquía, Grecia, Egipto, Siria… Destacaban las grandes columnas de algo más de cuatro metros que habían sido talladas en canteras imperiales de Grecia y Turquía. Además, esta construcción contaba con una rica decoración a base de nácares y marfiles y las bóvedas estaban decoradas con mosaicos de pasta vítrea.

Otro de los edificios más llamativos era el mausoleo donde reposaban los restos de Materno y su esposa. Se trataba de una construcción de planta cuadrada y ábside semicircular en su cabecera, que había sido realizada con hormigón y ladrillo. El suelo había sido recubierto con mosaicos y para la cubierta se empleó la bóveda de cañón para la parte central y bóveda de cuarto de naranja para el ábside.

Pero el edificio que más llamó la atención a Máximo, fue, sin duda, la vivienda señorial, que tenía grandes dimensiones, pues era de forma cuadrangular y contaba con casi cuarenta pasos de lado. Tenía un patio central con peristilo desde el que se accedía a una serie de dependencias, entre las que destacaban el comedor, un salón de recepción, la biblioteca y el dormitorio de Materno. El edificio contaba con todo tipo de comodidades como servicio de agua corriente y un sistema de calefacción por hipocausto. Toda la vivienda estaba ricamente decorada. Las paredes estaban estucadas y pintadas con motivos geométricos, vegetales y animales y los suelos presentaban una suntuosa decoración a base de mosaicos en los que se representaban con gran calidad técnica diversas escenas de dioses y héroes, entre las que resultaba especialmente vistosa la magnífica representación del dios Océano. Máximo aspiraba al trono imperial y, aunque no lo logró, al menos durante unos días disfrutó como un emperador en esa lujosa villa.

Varias vistas de la villa romana y un mosáico. (Fotos: Ayuntamiento de Carranque.