Francisco Javier Morales Hervás / Doctor en Historia

La inquietud, la tristeza y la amargura se podían ver reflejadas en el rostro de José. Acababa de empezar la primavera, pero ese año esta estación iba a estar más repleta de espinas que de flores tanto para este sacerdote jesuita como para el resto de miembros de la Compañía de Jesús en los territorios gobernados por el monarca Carlos III, quien estaba a punto de anunciar la expulsión de esta Orden de sus dominios. Desde que accedió al trono quedó clara la animadversión que Carlos III sentía hacia los jesuitas, por ello, cuando ciertos informes le indicaron que esta Orden se encontraba, en cierto modo, tras los disturbios del Motín de Esquilache de 1766, no dudó en decretar su expulsión.

José consideraba que estas acusaciones eran injustas e injustificadas, pero era consciente de que le quedaban pocos días para seguir ejerciendo su sacerdocio en la ciudad de Toledo, concretamente en la iglesia de San Ildefonso, edificio que pertenecía a la Compañía de Jesús. Se trataba de un templo cuya planificación respondía a las condiciones espaciales y estructurales que desde 1568 habían sido establecidas por Vignola para las iglesias jesuíticas cuando diseñó Il Gesú en Roma. De este modo, contaba con una sola nave, diáfana y con buena acústica, para facilitar que los feligreses pudiesen contemplar y escuchar todos los elementos que formaban parte de la liturgia, especialmente el sermón, sin ningún tipo de distracción innecesaria.

Las obras de este edificio habían finalizado dos años antes, tras más de cien años de trabajos, que se habían iniciado en 1629 en unos terrenos que habían pertenecido al conde de Orgaz y que los jesuitas toledanos habían adquirido en 1569 donde, según la tradición, se encontraba la casa en la que había nacido San Ildefonso. Aunque parece que la traza original fue realizada por Juan Bautista Monegro, sería el arquitecto jesuita Pedro Sánchez el que se haría cargo del inicio de las obras, aunque por poco tiempo, pues murió a los cuatro años de empezar la construcción. Al dilatarse durante más de un siglo las obras, intervinieron en su dirección diversos arquitectos, si bien todos respetaron la idea principal de establecer un espacio amplio y muy bien iluminado que permitiese albergar a un buen número de fieles para la celebración de los actos litúrgicos.

José se disponía a acceder, quizás por última vez, a este templo que contaba con una majestuosa fachada que había sido concebida como un grandioso retablo de piedra en el que con una rítmica disposición de entrantes y salientes se obtenía un llamativo juego de luces y sombras, destacando la monumentalidad de sus grandes pilastras corintias que enmarcaban hornacinas donde se disponían esculturas. El diseño de esta portada pretendía constituir una atractiva escenografía que animase al fiel a entrar al templo a orar. La única nave del templo estaba cubierta con bóveda de cañón con lunetos y a ambos lados de la nave se disponían cuatro capillas laterales que estaban intercomunicadas para facilitar el paso entre ellas y de este modo perturbar lo menos posible la atención de los fieles durante la celebración de la eucaristía. Estas capillas fueron decoradas con una rica ornamentación y sobre ellas se situaban unas tribunas abiertas con balcones a la nave. A lo largo de la nave se podían contemplar catorce estatuas que representaban, principalmente, a los apóstoles.

En el crucero sobresalía una destacada cúpula sobre pechinas que había sido realizada entre 1752 y 1756 y que contribuía a otorgar la iluminación necesaria, sobre todo, en la zona del presbiterio, donde resaltaba un hermoso retablo decorado con pintura al fresco y en el que se representaba la imposición de la casulla a San Ildefonso por parte de la Virgen.  A ambos lados del transepto se podían contemplar otros dos retablos en los que en uno se representaban a San José con el Niño y en el otro El Bautismo de Cristo. Ante este último retablo José comenzó a orar para rogar que su Orden pudiese superar la tormentosa prueba que estaba a punto de empezar a vivir.

Fotografías: Wikipedia