El templo del mazapán de Toledo desde 1856

Hablar de Santo Tomé, el obrador más antiguo de Castilla-La Mancha, fundado en 1856, es hacer referencia a un pedazo de la historia de Toledo. Son siete las generaciones que han pasado por esta empresa que permanece en manos de la misma familia y que tiene a dos mujeres como protagonistas: la recordada Ángela Ruiz Caballero, valiente y luchadora, y su nuera Inés Gárate, que deja una estela de pasión y entusiasmo por el trabajo a esa séptima generación que viene pisado fuerte: Jerónimo de Mesa, actual consejero delegado, y Ana de Mesa, directora de producción.

Echando la vista más de un siglo atrás, el primer nombre que aparece ligado a Santo Tomé es el de Eleuterio Pérez, un ilustrado toledano que aprendió a hacer dulces en Suiza y París. El negocio pasó después a manos de “Sobrinos de Pérez”, la segunda generación que situó ya la confitería en Santo Tomé, nombre por el que empezó a ser conocida entre los toledanos. Después, el obrador fue heredado por Francisco Martínez, a quien le seguiría Rodrigo Martínez, su hijo. Su testigo lo recogió Ángela Ruiz Caballero, alma de Santo Tomé, la quinta generación del negocio.

 

Izq.: Angela Ruiz Caballero mira a la cámara en una foto para la historia. Dcha.: el actual obrador, situado en el edificio que ocupa Santo Tomé, en pleno barrio judío. Inés Gárate lo define como “un laboratorio”.

Nacida en 1914, a los siete u ocho años, Ángela ya conocía desde dentro la empresa de la que años después, y durante décadas, se haría cargo. Rodrigo Martínez y su esposa Consuelo no tenían hijos y decidieron adoptarla, sin que hubiera renuncia de los padres biológicos. Muy jovencita se hizo cargo de un negocio que entonces ya contaba con unos diez empleados entre la tienda y el obrador. De aquella época, en Santo Tomé guardan los libros de matrícula, con los pagos a cada uno de los empleados, incluidas las retribuciones de las horas extraordinarias. Y es que el mimo a sus trabajadores fue una de las máximas de la gerencia de Ángela Ruiz Caballero, una práctica que han mantenido escrupulosamente sus sucesores.

Lo cierto es que en plena Guerra Civil Ángela Ruiz Caballero dirigía en Toledo la confitería de Santo Tomé, donde trabajaban el jefe de la Falange y el de UGT, al que su jefa llegó a esconder durante los momentos más duros de la contienda. Y es que si algo caracterizó a esta mujer, que se casó con Jerónimo de Mesa, empresario del sector de la electricidad, fue su valentía. Cuentan una anécdota que deja clara su fuerte personalidad: a finales de los 40 se estableció en Toledo una entidad financiera muy potente y le invitaron a abrir una cuenta. Ella accedió, pero el director del banco le dijo “Ángela, tiene usted que decir a su marido que venga a firmar”. Y contestó: “¿Mi marido, por qué?” El director le explicó que el permiso del marido hacía falta y ella replicó “¿pero usted que quiere, la firma de mi marido o la cuenta de la confitería?”.

Madre de tres hijos, Rodrigo, Ángel Luis y Juan Ignacio, que sería el primer alcalde democrático de Toledo, tuvo la intuición de que su nuera Inés Gárate, profesora de Lengua y esposa de su hijo pequeño, sería su perfecta sucesora. “Mi suegra era una mujer vital, guapa, pero, en 1972, decide que quiere ir dejando el negocio y me dice ‘o lo coges tú o lo traspaso’. Los hijos no querían la confitería porque era un mundo muy bonito, pero también muy sacrificado. Yo pedí una excedencia, dejé las clases, probé y me encantó”. El templo de mazapán que había creado su suegra se convirtió en su gran pasión. Hoy, más de 40 años después, no puede esconder el amor que siente por su trabajo ni el cariño por esa mujer que le confío un legado que ha cuidado con esmero. De hecho, fue Inés Gárate la que revolucionó la antigua confitería, creando un obrador, en 1977, en el que está garantizada la seguridad alimentaria, corroborada por la ISO 22000, un reconocimiento del que pueden presumir pocas empresas a nivel nacional. “Tú no puedes vender alimentación, que es salud, sin tener de la mejor forma los productos. Ahora el obrador es como un laboratorio. Y todos los años hacemos algo para mejorarlo”. También fue ella quien puso en marcha la magnífica obra de la sede central de Santo Tomé, que fue inaugurada en 1994 y que obligó al traslado durante un año de la tienda, eso sí en la misma calle, y del obrador al convento de San Clemente.

Dos imágenes del antiguo obrador de Santo Tomé.

Hoy Santo Tomé cuenta, además, con tiendas en Zocodover y en Santa Teresa y abrirá otra en Ronda de Buenavista, especializada en dulces para quienes sufren intolerancia alimentaria. La plantilla total la componen 44 personas, que se duplican durante la campaña del mazapán, el emblema de esta firma, realizado a base de azúcar, almendra y miel, sin colorantes y sin conservantes. Gracias a la web, este exquisito dulce se vende al mundo. Ha sido requerido por la Casa Real española y muy apreciado por Azaña, Sandro Pertini o Adolfo Suárez, entre otras personalidades de todos los ámbitos.

Inés Gárate apuesta por su equipo, con empleados que han superado los 40 años de antigüedad y que considera parte de su proyecto. “La empresa sin ellos no es nada”. La gerente de Santo Tomé ha adaptado sus establecimientos a los tiempos actuales, no solo cuidadando con mimo cada diseño, cada detalle, cada producto, sino con un amplio horario de doce horas de apertura.

Inés Gárate ha conocido éxitos, pero también ha llorado fracasos, como el del cierre de su establecimiento en Talavera, en plena crisis, tal vez el momento más duro de su carrera empresarial. Contraria a los centros comerciales, considera que “han destruido la vida de la ciudad” y que “no son sinónimo de modernidad, sino de trabajo precario y de muchas horas trabajadas”. No es su filosofía ni la de sus herederos, entre ellos su hija, Ana de Mesa, quien, además de una magnífica profesional que representa, junto a su primo Jerónimo, el futuro de Santo Tomé, es una experta jugadora de cartas. Aprendió de su abuela, dice Inés.

 

Texto: Ana Nodal
Fotos: Santo Tomé