Fortaleza del siglo XV

Francisco Javier Morales Hervás, Doctor en Historia

Juana y Felipe habían contraído matrimonio en 1496. Se trataba de un acuerdo matrimonial más dentro de la estrategia de política exterior que estaban diseñando los Reyes Católicos para engrandecer la dinastía Trastámara a la vez que intentaban aislar a la monarquía francesa. Pero la muerte prematura de los hermanos mayores de Juana, la pusieron en la primera posición de la línea sucesoria, por lo cual tuvo que abandonar la dinámica corte flamenca para venir con su esposo a Toledo para ser reconocida como princesa de Asturias. Este hecho se produjo el 27 de mayo de 1502 en la catedral de Toledo, en una solemne misa oficiada por el cardenal Cisneros.

La vida en la corte castellana era sombría, o al menos eso le parecía al joven matrimonio formado por Felipe y Juana, que echaban de menos el colorido y el bullicio de los palacios flamencos. Los días pasaban tediosamente y la heredera de Castilla, con el fin de procurar cierto entretenimiento para su esposo, decidió visitar el entorno de Toledo. Concretamente, para mediados del mes de julio organizó una visita a las tierras de los condes de Fuensalida, para lo cual se alojarían unos días en el Castillo de Guadamur, propiedad que tenían estos nobles a algo más de dos leguas de Toledo.

Vistas del castillo desde el exterior.

La fortaleza de Guadamur fue mandada construir por Pedro López de Ayala hacia mediados del siglo XV y se asentó sobre una anterior edificación defensiva de época árabe, que cayó en manos cristianas tras la toma de Toledo por Alfonso VI en 1085. Cuando Juana y Felipe llegaron a Guadamur acompañados de un destacado cortejo, pudieron admirar la notable protección con la que contaba el castillo en su exterior, consistente en un poderoso recinto amurallado, cuya ampliación se estaba planificando en esos momentos pues se quería añadir un foso y una segunda línea de muralla, lo que le otorgaría el aspecto de una fortaleza casi inexpugnable.

Cuando el joven matrimonio accedió al recinto interno de la edificación a través de una gran puerta situada en el muro meridional que estaba rematada con un arco de medio punto, pudieron comprobar que ofrecía una planta de base cuadrada y una altura muy considerable, lo que le confería una llamativa esbeltez, sensación que quedaba corroborada por la presencia en la esquina occidental de la gran torre del homenaje, de planta ligeramente rectangular, que mostraba un contundente aspecto de solidez y cuyo perfil confería una especial personalidad al castillo. A la derecha de la entrada principal se encontraban las caballerizas y el aljibe. En la planta baja se situaban las dependencias del servicio y también había una capilla decorada con hermosas imágenes religiosas.

También en la planta baja se encontraba el comedor, que contaba con una gran chimenea y cuyas paredes estaban decoradas por frescos. Subiendo por unas pequeñas escaleras se accedía a la sala de música que daba paso a la zona de dormitorios, donde destacaba uno de ellos por sus mayores dimensiones y su especial decoración con motivos heráldicos. Los dormitorios tenían salida independiente a un patio interior, desde donde se podía admirar la torre del homenaje, que constaba de dos cuerpos superpuestos a los que se accedía por una bella escalera interna y cuya estancia superior estaba cubierta por una bóveda apuntada.

El joven matrimonio se llevó una impresión muy positiva de la calidad arquitectónica y ornamental del edificio que les iba a acoger durante unos días en los que esperaban escapar del sombrío ambiente de la corte castellana y disfrutar de las posibilidades que les ofrecía la hermosa vista que pudieron contemplar desde la terraza superior de la torre del homenaje.

Detalles del interior: galerías del patio, artesonado y pinturas de dos salas. (Fotos facilitadas por Turismo de Guadamur, JCCM y Joaquín Romera).