Francisco Javier Morales Hervás, Doctor en Historia

Diego era una de las personalidades políticas más influyentes de la España de comienzos del siglo XVI. Su vida estaba marcada por una intensa sucesión de acontecimientos en los que había cobrado un gran protagonismo. La participación de Diego en hechos tan importantes de la Historia de España, como la guerra entre Isabel y Juana la Beltraneja o la conquista de Granada, le obligaron a estar constantemente recorriendo buena parte de la geografía peninsular, pero en todo momento sentía como su residencia natural la fortaleza heredada de su padre en Escalona. Se trataba de una poderosa construcción que se alzaba vigorosa sobre el río Alberche, siendo un estratégico punto de control sobre este curso fluvial desde época muy antigua, pues probablemente desde tiempos romanos ya existiría algún tipo de recinto militar en ese lugar. Siglos más tarde los musulmanes construirían una primera fortaleza que pasaría a manos cristianas con Alfonso VI poco antes de la toma de Toledo en 1085. A finales del siglo XIII Fernando III donaría el castillo a su hijo Manuel y allí nacería el famoso escritor Don Juan Manuel, autor de la conocida obra “El Conde Lucanor”.

Ya en el primer cuarto del siglo XV el rey Juan II concedió la propiedad de este castillo a Álvaro de Luna, condestable de Castilla, que lo reformó y engrandeció hasta tal punto que en alguna crónica de Juan II se llegó a expresar que se estaba construyendo la mejor casa que había en España. Pero las intrigas de la Corte y ciertos abusos cometidos por Álvaro de Luna acabarían provocando su ajusticiamiento en 1453.

Años más tarde Enrique IV entregaría la fortaleza a Juan Pacheco, padre de Diego, que en esos momentos estaba disfrutando de la cuidada y artística concepción arquitectónica con la que se había diseñado ese castillo. Sus responsabilidades políticas y militares no habían sido óbice para que también desarrollara una notable sensibilidad hacia la creatividad artística y la espiritualidad. Precisamente su espíritu heterodoxo le hizo interesarse por las ideas erasmistas, llegando a ser considerado protector de conversos y alumbrados como los que en esos días acogía en su castillo de Escalona y con los que se disponía a pasear para compartir inquietudes espirituales mientras recorrían las principales estancias de la fortaleza.

 

Diversas imágenes del espectacular Castillo de Escalona, que atesora una interesante historia, con un papel protagonista en hechos como la guerra entre Isabel y Juana la Beltraneja o la conquista de Granada. (Fotos: Turismo de Escalona)

El espectacular conjunto arquitectónico estaba protegido, sobre todo en su sector norte al ser el más accesible, por potentes estructuras defensivas férreas y compactas en las que se mezclaban grandes piedras con ladrillos y que en algunas zonas aparecían reforzadas por torres albarranas. El castillo estaba estructurado en dos espacios separados por un foso. El primero de ellos, situado al norte, se organizaba en torno a la plaza de armas, de grandes dimensiones, que contaba con tres aljibes y en la que destacaba una veintena de columnas rematadas por capiteles artísticos que sustentaban elegantes arcos conopiales.

El otro ámbito, situado al sur, era el más palacial y en él sobresalía la torre del homenaje con más de 20 metros de altura que contaba con bellas estancias como la sala rica y la sala de los embajadores, distribuidas en varios pisos, que aparecían ricamente decoradas con tapices, escudos, trofeos de caza, yeserías con decoraciones polícromas de ataurique, artesonados de estilo mudéjar.

El castillo también contaba con una capilla, cuyas paredes estaban ornamentadas con frases latinas que expresaban algunos versículos de los Salmos. Diego consideró que ese espacio era el lugar idóneo para finalizar el agradable recorrido que había compartido con sus invitados, Pedro e Isabel, cuyas ideas místicas les hacían ser vistos como peligrosos por la Inquisición, de la que no les librarían ni los imponentes muros de la fortaleza que temporalmente les acogía.