Maestros artesanos de la espadería en Toledo
El origen artístico de esta familia de artesanos desciende de Florencio Arellano, que aprendió del gran herrero artesano toledano y académico, Julio Pascual, quien también transmitió sus conocimientos a varios de los hijos de Florencio, entre ellos Demetrio Arellano, quien posteriormente crearía su propio taller de cerrajería artística en el año 1940, comenzando un legado que llega hasta nuestros días.
En el año 1968 comienza a trabajar en el taller Antonio Arellano, hijo de Demetrio, cuando tenía tan solo 16 años, aprendiendo de su padre todo lo relacionado con la cerrajería artística, aunque lo que realmente le entusiasmaba eran las espadas desde que era pequeño. Con el transcurso de los años, los hábitos y los trabajos iban cambiando a la vez que la sociedad avanzaba, comenzando a fabricar las primeras espadas a mano, copia de otras y diseñadas con sus propios diseños, igualmente hachas, porras o puñales.
Llegado el año 1983, Antonio se hizo cargo del taller artesano tras la jubilación de su padre. Comienza entonces a realizar reproducciones de espadas históricas, algo que por aquella época casi nadie elaboraba, utilizando materiales nobles como un buen acero forjado y templado a mano. Durante varios años continuó con una línea de trabajo en la que combinaba esas reproducciones de espadas historias y trabajando en la forja y cerrajería artística, aunque inclinándose más a la temática de espadas históricas. Recuperó la técnica de la espada calada en el propio acero, algo que era costumbre en el siglo XVI, que según las leyendas se utilizaban para introducir veneno en sus víctimas.
La experiencia adquirida en su vida profesional, hizo que pudiera modificar e incluir en sus piezas muchas más técnicas de trabajo como el grabado artesanal al acido, repujado, cincelado y calado a segueta, realizando piezas únicas y totalmente diferentes a lo que se comercializaba por aquellos momentos, pero siempre fiel a las réplicas en las que se basaba para realizarlas.
Antonio Arellano ha sido a lo largo de toda su vida mucha más que un simple espadero, es un maestro, de hecho, es uno de los pocos “Maestro Artesano Espadero” que existen actualmente en todo el territorio nacional, y el único con el título otorgado en el año 2002 por el Ministerio de Industria. Igualmente, durante el curso académico 1999/2000, estuvo trabajando como monitor-educador en el taller de empleo de cerrajería artística de la Diputación provincial de Toledo. En el año 2010 fue mencionado en la publicación de un libro especial de maestros artesanos en activo de Castilla-La Mancha. En 2015 fue seleccionado para impartir y ser el maestro de la primera escuela-taller de espadería de Toledo y en el año 2016 expuso en el Torreón del Puente de San Martin de Toledo la muestra “Las espadas en la historia” organizado por Artesanía Tradicional Toledana.
Su legado aun continua, aunque sigue en activo, en el año 2004 decide formar una empresa de fabricación de espadas artesanas, “Artesanía Arellanos”, junto a su hijo Tony Arellano, quien desde muy pequeño ya veía como trabajan juntos su padre y su abuelo Demetrio en el taller, aprendiendo el oficio y formándose casi sin darse cuenta en lo que a día de hoy se ha convertido en su pasión.
En la actualidad, “Artesanía Arellanos”, se dedica a la fabricación de todo tipo de espadas y dagas hechas a mano, respetando al máximo los materiales nobles y formas de fabricación. Algunas de sus piezas han sido utilizadas en los rodajes de series españolas como Águila Roja, Toledo, Carlos V, Isabel y películas como el Capitán Trueno.
Historia de la Espada de San Pablo o el cuchillo de Nerón
Según cuenta la leyenda, esta espada con la que fue degollado el Apóstol San Pablo a manos del emperador Nerón en Roma entre los años 67-68 después de Cristo llego a Toledo por un regalo del Papa Urbano V al cardenal Egidio Álvarez de Albornoz quien fue arzobispo de Toledo entre 1338 y 1350.
Esta espada, o cuchillo, fue donada posteriormente a los monjes jerónimos del convento de la Sisla (actual Academia de Infantería), la cual era venerada por los fieles el 25 de febrero de cada año. La espada estuvo en La Sisla hasta la Guerra de la Independencia, siendo trasladada por seguridad al convento de las Jerónimas de San Pablo donde permanecería hasta la Guerra Civil, momento en el que desaparecería para siempre. Tras tomar los republicanos todos los conventos situados alrededor del Alcázar como cuarteles, las monjas de las Jerónimas de San Pablo sintieron miedo de ser expropiadas de su reliquia, de su espada venerada, tirándola a un pozo del convento para que no la encontraran.
En enero de 1950, el diario “El Alcázar” titulaba en su portada “Se busca el cuchillo con que el que fue degollado San Pablo”. Comienza entonces una particular búsqueda que partió del General Franco, quien desde que llego en 1907 a la Academia de Infantería de Toledo quedó asombrado por la historia de la espada y, según las propias monjas jerónimas, solía acudir a venerar el cuchillo.
La búsqueda de la espada por Franco fue todo un acontecimiento para la ciudad, el cual habló con las monjas jerónimas para que le permitiesen buscarla y, a cambio de encontrarla, arreglaría el convento que había quedado prácticamente derruido. Tres fueron los bomberos que descendieron por el pozo del convento para encontrar tal reliquia, sin éxito, no había rastro de la espada.
La obsesión de Franco por esta espada le persiguió durante mucho tiempo, pasaron los años y, en el año 1967, se produjo un hallazgo milagroso en los archivos del Museo de Santa Cruz donde se encontró un pergamino compuesto por dos hojas en la que estaba dibujado el cuchillo. La falta de éxito por encontrar la espada hizo que, a través de este pergamino, se encargaran dos réplicas del cuchillo a los artesanos de la Fábrica de Armas de Toledo, haciendo entrega a Franco de una de ellas y la otra al cardenal de Toledo, Vicente Enrique Tarancón.
Lo intrigante es que, tras la muerte de Franco y del cardenal Tarancón hasta nuestros días, tampoco nadie sabe dónde están esas dos replicas, no hay constancia ni en Patrimonio ni en el Arzobispado.
Toda esta historia llego a oídos de Antonio y Tony Arellano, quienes forjaron una réplica más que donaron a las Jerónimas de San Pablo. Y, curiosamente, también llegó a oídos Iker Jiménez del programa Cuarto Milenio, invitándolos al programa para hablar de todo ello.
Lo cierto es que, a día de hoy, nadie sabe de la espada original ni de las dos replicas que se fabricaron posteriormente a cargo del General Franco. Una historia, tal vez leyenda, pero sin duda, de lo más curiosa.
Texto: Juan Diego García-Abadillo
Fotos: Artesanía Arellanos