Francisco Javier Morales Hervás / Doctor en Historia.

Alberto pertenecía a una familia de conocidos artistas y él mismo muy pronto dio buenas muestras de sus dotes creativas como arquitecto, dejando su impronta artística en el diseño de edificios y elementos urbanos como la Plaza Mayor de Salamanca. En 1738 acudió a Orgaz para dirigir las obras de la iglesia de Santo Tomás Apóstol y desde ese momento sus estancias en esta localidad toledana se fueron haciendo cada vez más amplias, hasta que en 1744 decidió fijar su residencia en esta villa  tras esposarse con Josefa Nieto, natural de Orgaz.

Una soleada tarde primaveral Alberto estimó que era un momento oportuno para pasear con sus hijos José Cesáreo y María Josefa por las calles de Orgaz y así mostrarles algunas curiosidades que ofrecían las edificaciones más llamativas de la localidad, especialmente el castillo de la villa, que tanto atraía a Alberto desde la primera vez que lo pudo contemplar. En esos momentos la fortaleza estaba abandonada, pero a pesar de ello seguía mostrando su calidad constructiva, basada en un sencillo pero eficaz diseño, que era muy del gusto de Alberto. Sus hijos contemplaban admirados y con los ojos muy abiertos el gran edificio que tenían delante y pudieron saber por su padre que su construcción se había iniciado a finales del siglo XIV o comienzos del siglo XV. La edificación de este castillo había sido promovida por los Condes de Orgaz en un momento de notable conflictividad en Castilla entre la monarquía y ciertos sectores de la nobleza, lo cual justificaba la disposición de un edificio fortificado como elemento de seguridad en este territorio.

Diversas imágenes del Castillo de Orgaz. (Fotos facilitadas por Oficina de Turismo de Orgaz)

La planta del castillo le recordaba a Alberto la de una iglesia por su forma rectangular con 50 metros de largo y 32 de ancho y por contar con una torre semicircular en su lado oriental que parecía un ábside y, aunque según algunas noticias correspondía al ábside de la capilla con la que contó esta fortaleza, realmente cumplía una función defensiva. El acceso al castillo se realizaba por la fachada principal, orientada al sur, donde se encontraba la puerta principal constituida por un arco de medio punto cuyas dovelas estaban realizadas en granito. Junto a esta puerta se ubicaba la Torre del Homenaje, que tenía una planta cuadrada de 12 metros de lado y alcanzaba los 20 metros de altura. Alberto comentó a sus hijos que este tipo de torres, donde se localizaban los alojamientos de los señores, solían situarse en el interior de las fortalezas constituyendo el último refugio en caso de ser atacado el castillo, pero en este caso la torre estaba adosada al exterior, quizás para que el espacio del patio interior quedase más diáfano. La torre contaba con tres plantas, estando cubierta la inferior con una bella bóveda de arista. Entre los elementos que más llamaban la atención a Alberto se encontraban los garitones que sobresalían en tres de las cuatro esquinas del castillo y en centro del muro norte y cuya finalidad era eminentemente defensiva.

Al acceder al interior del castillo Alberto pudo comprobar que el patio de armas presentaba un preocupante estado de abandono por lo cual ofrecía un aspecto muy deteriorado, aunque aún se podía intuir la presencia de tres crujías que formaban una estructura en forma de “U”, donde se habrían situado diferentes dependencias que servirían tanto para alojamiento como para el desarrollo de actividades artesanales. Se hacía tarde y Alberto debía volver a casa con sus hijos, que regresaron muy contentos por haber compartido con su padre una emocionante visita a un castillo lleno de recuerdos y belleza.